jueves, 28 de junio de 2007

Con sacarina, por favor...



Anoche, Kevin Johansen y su banda The Nada encendieron el Teatro Caupolicán. Había garzones de corbata roja que vendían pisco a la carta, rostros extasiados, manos que vitoreaban como en el estadio. El "desgenerado" argentino se paseó por todos sus álbumes. Presentó algunos temas de nueva placa: "Logo" y proyectó ilustraciones en pantalla grande. Era chistoso el dibujo de un viejo que perdía la peluca de un ventarrón en "No me abandones". Fue exquisito ver a R reír.
Hoy fui al Hotel Neruda y tomé un café con el Zurdo (en la foto). El batero me pidió que le llevara la nota que salió en el diario. Mientras conversábamos, tuve la certeza de que desempolvar su historia fue un acierto, una zancadilla a la basura que nos da de comer la caja idiota...
Acá, la entrevista con el mostruoso batero de pipa y pelo cano. "Sacarina, por favor" le dije esta mañana a la garzona que nos vio compartir.

Domingo 17 de junio de 2007

ENRIQUE ROIZNER, EL LEGENDARIO BATERISTA QUE ACOMPAÑA A KEVIN JOHANSEN

“Piazzolla me rompió la cabeza”

El Zurdo fue percusionista del bandoneonista argentino de “Libertango” y hasta guarda las partituras de una canción inédita. Acá, el flaco batero que tomó whisky con Vinicius de Moraes repasa el soundtrack de su vida y adelanta detalles del concierto que lo traerá a Chile el 26 y 27 de junio.

La Nación Domingo
Por: Gabriela García

Corren los años ’70 en Mar del Plata. Vinicius de Moraes menea el vaso de whisky que lleva apoyado en el zapato, sonríe a la minina que se balancea a contraluz. Y canta al ritmo de la guitarra de Antonio Pecci (Toquinho). El REC de la grabación del show de “La Fusa” está encendido. Serán más de 10 horas de encierro para un disco que hasta hoy se vende en todo el mundo. En la placa, la voz aterciopelada de María Creuza y María Bethânia se mete en la piel como afrodisíaco. En las sombras, la batería del “Zurdo” Roizner –el flaco argentino que hace seis años forma parte de la banda The Nada, de Kevin Johansen– lleva el pulso de “Tarde em Itapoa”. El golpe de sus baquetas sale como si se perdiera en las caderas de las garotas de Ipanema.

“Vinicius es un tipo al que siempre vamos a extrañar, porque se fue antes que todos. Podría haber estado con nosotros 100 años más y hubiera sido igual de fresco y genial. Era un hombre sabio, simple. En las grabaciones no faltaba su botella, el vaso y el cubo con hielo”, recuerda el batero desde su departamento de Buenos Aires.

WHISKY Y PROMISCUIDAD
Enrique Roizner tiene actualmente 67 años. Tez morena, pelo largo y cano. Antes de montar la batería con la que llegará a Chile junto al transandino de “Down with my baby”, tuvo un largo affaire con el violín, instrumento que tocó desde los 8 a los 12 años. Hijo de una familia modesta, al perder a su padre siendo un quinceañero, tuvo que salir a trabajar. Fue en ese momento de crisis cuando decidió que quería darles a los tarros. “Me gustaban los norteamericanos Buddy Rich y Gene Krupa, que eran bateristas legendarios. Recuerdo que los veía en películas, en filmaciones de orquestas y me entusiasmaba tanto que dije: quiero tocar esto”, afirma con su voz ronca.

Si bien no tenía la técnica, los años de violín le enseñaron al Zurdo a leer música. Eso hizo que el veinteañero se convirtiera muy pronto en lo que él llama un “mercenario del solfeo”. Fue entonces cuando entró al mundo profesional y “me dieron cadena perpetua”.

“En mi vida tengo dos amores: mis hijas y la batería. Esta última es una de las mejores amantes que existe. Siempre devuelve con creces lo que uno pone”, dice, mientras le da una chupada a una de las 200 pipas que tiene repartidas en el living de casa. No se equivoca, pues la percusión lo ha llevado a tocar con monstruos de la talla de Piazzolla, Gato Barbieri (saxofonista que se hizo conocido con la música de la película “El último tango en París”), Vinicius de Moraes, Mercedes Sosa, la showoman Donna Caroll y en la orquesta de Frank Sinatra. A todos los llama “sus víctimas”. “¡Soy un promiscuo total! ¡Alabado sea el Todopoderoso!”, bromea.

A quien sí le debe fidelidad es al cantautor Kevin Johansen, con quien vendrá a presentar su última placa: “Logo”. Sobre los conciertos que el “desgenerado” dará en Viña del Mar y Santiago, revela: “Me encanta tocar en Chile, porque la respuesta del público es siempre increíble. Respecto al show, Kevin va a presentar los temas nuevos y va a repasar éxitos anteriores. En mi opinión, ‘Logo’ es el mejor disco que ha hecho. Es fantástico y cuenta con la ironía justa, que es tan sana también”.

Pero el Zurdo no sólo es amante de las pipas. “Me gusta el pisco chileno, el vino tinto y el whisky de malta”, admite riendo.

–¿Cuál era el trago que tomabas con Vinicius?

–Tomábamos el Scotch, que vendría siendo el Johnny Walker o el etiqueta negra. Ya sabes… lo pagaba él (risas).

–Estuviste tres años trabajando con el poeta. ¿Es cierto que en las grabaciones no faltaban las mujeres bonitas?
–Había y nosotros nos enamorábamos muy fácil. Estuvimos como 16 horas grabando, pero a mí se me pasaron rapidísimo. No había posibilidad de cansancio. Era todo acción y excitación, pero de la buena.

–¿Alguna anécdota?
–Resulta que cuando le dijeron a Vinicius que yo iba a tocar con él, se opuso. “¡De ninguna manera tenemos a un baterista zurdo, me quieres volver loco!”, decía. Fue entonces cuando la mujer del productor, que era brasilera, dijo: “No, no es zurdo, es canhoto”. Porque canhoto en portugués quiere decir zurdo. Y zurdo en Brasil quiere decir sordo [se ríe]. Cuando me despedí de él me lo contó. En ese momento no imaginé que no lo iba a ver nunca más. Lo mismo con Astor…

–Hablemos de él…
–Astor fue un tipo que me rompió la cabeza a mí, así de simple. Porque era tal la fuerza de su música, que yo quedé marcado con las veces que toqué con él. A partir de eso empecé a tratar mi instrumento de otra forma. Para mí fue un privilegio tremendo. Él, a pesar de lo que algunos dicen, era encantador. Siempre nos tuvimos un respeto tremendo. Tanto así que él me escribió un tango, que se llama el “Tango del Zurdo”. Es inédito y todavía no sé cómo suena.

–¿Qué estás esperando? ¿Tienes miedo de resucitar a Piazzolla?
–No. Me da nervio hacer publicidad con algo así. Él ya había muerto cuando llegó a mis manos. Me lo entregó su amigo, José Bragato, el hombre que se encargó del repertorio. Si no hubiera sido por él, no habría nada de Piazzolla, porque él lo quemaba todo. Tengo las partituras con las copias hechas por él. En fin, algún día lo tocaré.

–El baterista siempre actúa desde las sombras. ¿Cómo te llevas con la soledad?
–Los bateristas somos un poco los arqueros del equipo. No se nos ve hasta el momento crítico. Esto era algo que Piazzolla tenía muy claro. Él jamás se enojó si tú te equivocabas. Pero si te pasaba de nuevo, te ahorcaba con un alambre de púa oxidado.

miércoles, 27 de junio de 2007

Cuento para nunca más




Él no hablaba de la muerte. Se había vendado los ojos para no ver comer a los buitres detrás del portón de su casa.
Era la única manera de olvidar que M se había marchado, que después de eso quiso ser triturado por las micros en plena calle.
Desde entonces que el polvo cubría su fotografía junto a las cartas de Miguel Hernández en aquella biblioteca color sepia. Que no se permitían flores en la ventana, que los temas de Elvis no se tocaban en la radio.
-¿Tú siempre eres así?, le preguntó a la mujer que escuchaba a Johansen en el bar de Las Condes.
-¿Cómo así?, contestó ella fumando un belmont que encendía sus ojos como lo haría una luciérnaga.
-Alegre, arremetió el tipo mordiéndose el labio inferior con nerviosismo, perdido entre las líneas del pantalón de la chica.
Ella no contestó. No quería recordar su pasado en el infierno y menos develar que el ardor bajo sus suelas era el de la cucaracha de Kafka. Hace unos años, había lanzado el alma a los chanchos, comido del vertedero de la tristeza, parafraseado a los poetas malditos hasta quedarse con la boca seca.
-Sospecho de la gente feliz. Con la misma intensidad que ríen, lloran. Son bipolares...- volvió a reflexionar el tipo.
Fue entonces que se miraron. Se enamoraron, se mintieron y tiraron de las cuerdas del reloj. Hace unos años se juntaron a beber cerveza. Esta vez escuchaban a Johansen desde butacas separadas. Ella le contó esta historia. No se volvieron a ver nunca más....

domingo, 17 de junio de 2007

Confesiones de Invierno...



"Nubes negras
llueve otra vez
y aquí dentro los dos

Tu voz me despierta
dulce de sueños,
pereza y amor".


("Nubes negras" del disco "Cuerpo y alma" de Pedro Aznar).


16 de junio. Pedro Aznar aparece en el escenario del Teatro Oriente bajo luces azules. Su voz de ángel negro ignora que en una de las butacas, dos tipos se besan desesperadamente. "Qué he sacado con quererte", de Violeta Parra suena como un desgarro. Es la canción que inicia el show. Luego vendrá "Confesiones de invierno" de Sui Géneris,"Décimas" de Elizabeth Morris, "A primera vista" de Chico César. Y "Nubes negras", un tema corto escrito por el trasandino una tarde de lluvia.
En la penumbra los enamorados se estrechan las manos. No quieren darle espacio a la muerte. Se han buscado toda la vida. El virtuoso bajista que tocó con Pat Metheny no sabrá jamás que su música los llevará a la cama. Es un secreto que se dirán a solas. Aznar sigue frente al teatro repleto. Traduce a The Beatles, se pasea entre el público con un par de campanas, toca blues a capella y entona "Frágil" de Sting.
Los amantes se miran fijo para perpetuarse. Le jalan el sombrero al diablo, se ríen al pie de las tumbas. Que el ex Serú Girán siga tocando sin saber que es el celestino de dos tipos que se mastican hasta el alma, hace el milagro.
Gracias por la música concedida.

PD. Pedro Aznar estará en Chile hasta el 25 de junio. La demanda de entradas obligó a los productores y al artista a poner en venta una tercera fecha en Santiago. Más información en www.ticketmaster.cl.




Como bonus track, una conversación con el artista. En el marco de su anterior visita al país, fue publicada el 2006 en el diario La Nación Domingo.

Aznar goza de buena saudade

El ex Serú Girán vuelve con un disco de música brasileña bajo el brazo y una clínica gratuita en Maipú. El destacado bajista argentino que toca con destornillador, habla de cine, del café con Cortázar y de la próxima película del director de “El lado oscuro del corazón”, que llevará sus melodías.

Por Gabriela García

Es 1985, y afuera del siquiátrico bonaerense donde el director y guionista Eliseo Subiela rueda “Hombre mirando el sudeste”, se escucha: “Doctor, doctor, ¿por qué me abandonas?”. La melodía compuesta por el músico Pedro Aznar para el filme latinoamericano más premiado de la década de los ’80, evoca uno de los pasajes más dramáticos de la cinta.
Adentro del sanatorio, Rantés, el demente que dice pertenecer a otra galaxia, es sometido a una fuerte dosis de albidol. Mientras el doctor Denis le inyecta la droga antisicótica en las venas, el paciente aúlla y observa atónito cómo su cerebro se desangra en sus propias manos.
“Fue la primera película que musicalicé. Yo estaba viviendo en Nueva York cuando Subiela me contactó, me mandó el guión y comencé a trabajar en el proyecto. Fue muy especial porque viajé a Argentina para mostrarle la música. La escuchamos por primera vez dentro de su auto, que estaba estacionado en la misma clínica, mientras decenas de internos caminaban alrededor nuestro. Nos miraban con unos ojos tan intensos que llegamos a pensar que nosotros éramos los locos y no ellos. Sigo pensando que ese momento pudo haber sido uno más de la película”, expresa emocionado.
Pedro Aznar tiene 46 años y una vasta y reconocida trayectoria en el cuerpo. El otrora bajista de Serú Girán y Path Metheny tiene 11 discos como solista y más de 80 junto a otros artistas de gran altura. A pocos días de girar por Chile con su última placa, “Aznar canta a Brasil” (desde el 16 al 21 de mayo en los escenarios de Concepción, Temuco, Valparaíso, Santiago y Talca), contesta el llamado de LCD desde su casa. “Vengo a presentar 23 temas que gozan de la saudade y el talento de grandes compositores, como Chico Buarque, Caetano Veloso, Cazuza, Milton Nascimento y Gilberto Gil, entre otros. Las versiones castellanizadas son un agradecimiento a la música que forma parte del cancionero popular”, señala.


ADOLESCENTE MALCRIADO
El flaco de ojos y pelo castaño que aparece en las carátulas de sus placas haciendo mudras con los dedos (“gestos sagrados”, según el Kundalini Yoga), es un buscador insaciable de sonidos, algo que él explica como “hambre del alma”. Ha pasado del rock de Charly García al jazz de Metheny Groups, de la fuerza de Soda Stereo a la tristeza de los tangos de Gardel, además de empaparse de las raíces del folclore latinoamericano, de una que otra alucinación electrónica y de la nostalgia de la bossa nova. Sus facetas son un manojo de cartas que el mago devela con cautela.
“Cuando tenía nueve años supe que iba a ser músico. Me pasaba largas horas mirando girar los discos de vinilo de mi padre, que a la vez era violinista de tangos. A esa edad entré a estudiar guitarra clásica”, dice.
Al poco tiempo salió a la calle a tocar las canciones de Los Beatles, le enseñó los acordes a sus amigos del barrio y formó, a comienzos de los ’70, su primera banda, Life, para luego sumergirse en lo underground que fue Madre Atómica. “Ensayábamos en cualquier parte, a veces en un garaje. Yo no me despegaba de la guitarra, salía de la ducha y seguía sacando cosas”, cuenta hilarante.
En 1974 incursiona en el bajo, instrumento que se convirtió en su sello personal y que le ha valido, entre otros títulos, el de mejor bajista, según la revista “Rolling Stones”. El año pasado deleitó al público chileno con “Muñequitos de papel”, una canción de su autoría que entona con los ojos cerrados en el bajo, con un destornillador al modo jazzero y sin trastes de Jaco Pastorius.
Y aunque es un multiinstrumentista de excepción (percusión, piano y contrabajo, etc.), Aznar prefiere el bajo perfil: “¡Qué más quisiera yo que despertar un día sabiendo tocar todos los instrumentos del planeta! Sería como mirar la música desde el cielo… pero no creo en los artistas fórmula uno”. Además, el autor de “Amor de juventud” (canción que interpreta con Gal Costa) es un artista inquieto que no cree en los encasillamientos. “En mis canciones confluyen todos los estilos. Algunos piensan que cometí parricidio al independizarme de Metheny o Charly, pero no es así. Quise buscar mi propio camino, pero no maté en ningún caso a estos padres. La experiencia que viví con ellos está en mis células”, admite.

SUEÑOS DE HARRISON EN MAIPÚ
A Aznar los aplausos no lo encandilan. Sabe que mientras el público junta sus palmas, miles de niños mueren a la intemperie y otros tantos jóvenes talentos se pierden en el anonimato.
Su conciencia social ha sido un motor que lo ha llevado a participar de actos organizados por la Unicef, y otras entidades que abogan por los derechos de menores y adolescentes de escasos recursos. Por lo mismo, durante su estadía en el país, realizará una clínica gratuita a músicos incipientes de la comuna de Maipú. “Recuerdo que cuando era niño veía a George Harrison pendiente de la ayuda social. Creo que la música también es eso, la mano tendida a colaborar, las ganas de hacerse cargo, y en ese sentido me tomo esta carrera como un servicio. Creo en la voz de las canciones, en la cadena del mensaje que podemos entregar, es una energía potente y no tiene por qué hacerse desde grandes escenarios”, espeta.
Otra cosa en la que cree es el poder de los sueños y en la sincronicidad del universo. Dice que sueña canciones e ideas que después plasma en los poemas que ya ha publicado en el libro “Pruebas de fuego” (1992) y en el que está por lanzarse, “Dos pasajes a la noche”, y que hace unos días tuvo un dejà vú de la que sería su próxima novela. “Me pasó con ‘A cada hombre, a cada mujer’, tema que compuse para la placa Serú ’92, el del reencuentro. Desperté con la melodía, la letra y la voz de David (Lebón) en la cabeza. Cuando lo estábamos grabando, le dije a ellos: suena tal y como lo soñé”, revela.
Aznar es un hombre de rituales. En los ’90 compuso la existencialista canción “I can’t find it” para el disco “David y Goliat” (1995), y se propuso grabarla en la penumbra de su estudio. “Encendí decenas de velas para cantarla. Era una conversación íntima conmigo mismo y aunque no sé si llegué a contestarme la interrogante ‘where I do belong?’, sentí que fue como cerrar un círculo”, cuenta tras irse al infinito unos minutos. Asimismo lo hizo en el video de “Tomorrow never knows”, cuando sobrevuela el escenario a más de seis metros de altura, cantando la canción de John Lennon tal y como imaginó hacerlo éste antes de morir.

HABLEMOS DE LA MAGA
El autor de “Si no oigo mi corazón” (canción de la película “No te mueras sin decirme dónde vas”, de Subiela) pone sangre y vísceras en cada desafío. Escribe su destino con la garganta y el oído, y la música es y ha sido el soundtrack de su vida. En su casa de Buenos Aires busca la paz garabateando un cuaderno de croquis o revisitando su biblioteca. Allí descansan las obras de Julio Cortázar y de Jorge Luis Borges, dos autores que lee fervientemente. De hecho, sobre el último elaboró “Caja de música” (2000), disco que incluye 12 poemas musicalizados e interpretados por él. “Me gustan muchísimo los dos, pero Cortázar llegó a mis manos en la adolescencia, Borges vino después. Los dos son grandes escritores, pero me despiertan cosas diferentes. Con Cortázar me sentaría a tomar un café y hablaríamos de La Maga y de la casa tomada, Borges es… (piensa unos segundos) un maestro del habla castellana, y eso implica una ‘distancia’. Creo que si me invitara a tomar una copa, tiritaría”, explica riendo.
“Creo que los poetas son capaces de hacer cualquier cosa. Un buen poeta puede ser un buen músico o un buen dibujante, pero la fórmula inversa no siempre se da. Me gustaría ver algunos dibujos de Walt Whitman. Estoy seguro de que serían muy buenos, muy artísticos. Es como escuchar a Violeta Parra sin poner oído en sus letras, que son verdaderos versos. Creo que si la soñara a ella le preguntaría qué eslabón se siente dentro de esta enorme cadena de creatividades”, sentencia.
Aznar corta el teléfono y se esfuma pensando en el Aleph. Por lo pronto, prepara las melodías de “No mires para abajo”, la próxima cinta de Eliseo Subiela. “Está en pleno rodaje y se trata de una historia de amor tántrica entre un joven de 19 años que se inicia sexualmente con una mujer de 30; es un bello guión para musicalizar”, remata. LCD

jueves, 14 de junio de 2007

¿Encontraría a la Maga?



Si la noche está boca arriba. Si la lluvia te hipnotiza y el frío del pobre te martilla la sien. Si le pones rostro a la almohada para no sentirte tan solo. Y lloras como gato mojado mientras duermes.
Que sea Julio Cortázar quien nos mate dulcemente con su prosa de blues...


"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua".


(Capítulo Siete del libro "Rayuela" de Julio Cortázar).

miércoles, 13 de junio de 2007

Nicotina, mon amour



"El humo de un cigarrillo,
como un hilo de leche en el agua..."


Raymond Chandler decía que se podía conocer a un hombre por la manera en que encendía o apagaba el cigarrillo, por la manera de sostenerlo entre los labios o de torturarlo en el cenicero. Albert Camus, Hemingway, Faulkner, Sartre, Cortázar y Onetti no sólo se fotografiaban dando bocanadas,sino que hacían fumar a sus personajes de novela.
"Fumando espero", dice la letra del tango. ¿Un cigarro bajo la lluvia?, le dije yo al hombre que rezaba a Bolaño. Me gustaba que el humo saliera de su boca. Buscar sus ojos negros tras la cortina grisácea. Su lengua olía a leña quemada y yo la devoraba con desesperación de película. Como el cilindro que quema Humphrey Bogart en "Casabalanca", el día que la rubia vuelve a machacarle el alma al ritmo del piano de Sam.
La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi dice que la actriz Marlene Dietrich (en la foto) se convirtió en una mujer fatal cigarrillo en mano. Que fumaba con todo el cuerpo y que éste parecía la prolongación de su mano. Las teorías de Freud también se embriagaron de humo: creía fervientemente en la relación sexual entre el fumador y la nicotina. Por eso al cigarrillo le llama falo. Por eso en lugar de aspirar decimos "dame una chupada".
Algo de razón debe tener el pensador. No sólo somos las películas que vemos, sino los cigarrillos que quemamos. El cigarrillo se piensa, sirve de tregua y de respiro cuando la rutina crece como enredadera. Las cenizas son las escorias del día. Los restos de las pequeñas muertes que sufrimos despiertos. Lo que queda después de vaciarnos en el ser amado, la vida que se esfuma.
"Fumando espero", dice el tango, "y mientras fumo, mi vida no consumo/porque el humo me suele adormecer".
"Humo es todo lo que ha habido en mi vida" dice Huma, el triste personaje de Almodóvar en "Todo sobre mi madre".
"Me gusta estar al lado del camino, fumando el humo mientras todo pasa", canta Fito Páez.
"¿Alguien tiene fuego?", diría Bette Davis.
Al final, no queda más que apagar las melancolillas.
Bienvenidos los Humo Sapiens...