miércoles, 27 de junio de 2007

Cuento para nunca más




Él no hablaba de la muerte. Se había vendado los ojos para no ver comer a los buitres detrás del portón de su casa.
Era la única manera de olvidar que M se había marchado, que después de eso quiso ser triturado por las micros en plena calle.
Desde entonces que el polvo cubría su fotografía junto a las cartas de Miguel Hernández en aquella biblioteca color sepia. Que no se permitían flores en la ventana, que los temas de Elvis no se tocaban en la radio.
-¿Tú siempre eres así?, le preguntó a la mujer que escuchaba a Johansen en el bar de Las Condes.
-¿Cómo así?, contestó ella fumando un belmont que encendía sus ojos como lo haría una luciérnaga.
-Alegre, arremetió el tipo mordiéndose el labio inferior con nerviosismo, perdido entre las líneas del pantalón de la chica.
Ella no contestó. No quería recordar su pasado en el infierno y menos develar que el ardor bajo sus suelas era el de la cucaracha de Kafka. Hace unos años, había lanzado el alma a los chanchos, comido del vertedero de la tristeza, parafraseado a los poetas malditos hasta quedarse con la boca seca.
-Sospecho de la gente feliz. Con la misma intensidad que ríen, lloran. Son bipolares...- volvió a reflexionar el tipo.
Fue entonces que se miraron. Se enamoraron, se mintieron y tiraron de las cuerdas del reloj. Hace unos años se juntaron a beber cerveza. Esta vez escuchaban a Johansen desde butacas separadas. Ella le contó esta historia. No se volvieron a ver nunca más....

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