domingo, 22 de marzo de 2009

HAY UNA PISTOLA EN LA CAMA

Hay una pistola en la casa de enfrente.
Cargada baila entre los dedos de F.
La mujer le ruega, le implora que no dispare.
Las siluetas forcejean tras la persiana.
“Piensa en tu madre”, le suplica.
“Te amo” llora desconsolada.
Pero el hombre vuelve a poner el arma en su cabeza.
El revólver es plateado y tiene hambre.
“No lo hagas, amor” se desgarra ella. Y entre hipos le busca la mirada.
Pero el hombre no tiene ojos. Sólo las cuencas huecas de los desahuciados.
Inflada la sien como nube en invierno, la muñeca no afloja y el corazón se desgrana.
“¡No!” vuelve a gritar ella. Y el estallido se trunca en la ventana.
La pareja hace gallito. El hombre cae como saco de papas en la cama.
Afuera la micro echa carrera por Santo Domingo. Son las dos y media de la mañana.
Rendido, su mujer lo abraza, le acaricia torpe la cara. No hay manos más largas que las de los adioses. Noche más triste que su escafandra.
“Me haces sentir mal”, le replica el sujeto. El revólver se pierde. La luz se apaga.
Ahora soy yo la que piensa en la bala. En el quiltro que ladra y en la tos de la abuela.
Quiera Dios que en ayuna no se levante
Y por fin, se vuele los sesos.

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